LOS PADRINOS


La fiscalía del juicio sobre el plan sistemático de robo de bebés analiza las relaciones de parentesco “creadas” por los represores como posibles pruebas de las apropiaciones de los hijos de desaparecidos. Los padrinos de bautismo o “tíos” que fueron los entregadores de los niños. Las fechas de cumpleaños inventadas para reforzar la pertenencia a la falsa familia. Las marcas de los “intermediarios” en los nombres. Las historias reconstruidas por las víctimas.

 Por Alejandra Dandan

Juan Cabandié (en el centro) con su apropiador y el represor Samuel Miara, que oficiaba de “tío” y se apropió de los mellizos Reggiardo Tolosa.
El bautismo de Victoria Montenegro, su padrino fue el jefe de la comisaría de San Martín, Horacio Cella, que sería su “entregador”.
Luego de escuchar los testimonios de cerca de veinte hijos de desaparecidos apropiados que recuperaron su identidad, el equipo del fiscal Martín Nikilson empezó a analizar las relaciones de parentesco construidas por la última dictadura como indicios que podrían convertirse en pruebas judiciales. Las audiencias del juicio del plan sistemático de robo de bebés permitieron, por ejemplo, advertir el rol que cumplieron los “padrinos” de los niños criados con otra identidad. Esa figura mítica, punto de origen de leyendas y eje de mundos de referencias identitarias, es analizada de cerca por la fiscalía. En varios casos, sus nombres coinciden con las personas que sacaron a los niños de los centros clandestinos y luego los entregaron a las nuevas familias. Así, los nombramientos de “padrinos de bautismo” parecen una retribución de esas familias a sus “benefactores”. En general, los padrinos son hombres de las Fuerzas Armadas o de seguridad o sus mujeres. Y sus nombramientos, un intento de reforzar los falsos lazos de parentesco y borrar los vínculos de sangre. Victoria Montenegro fue bautizada en Campo de Mayo y su padrino fue Horacio Cella, el entonces comisario de San Martín, que fue el lugar donde sus apropiadores habrían ido a buscarla. Horacio Pietragalla fue apadrinado por el apropiador de Victoria, el coronel Herman Tetzlaff, que lo entregó a la empleada doméstica de su casa. Victoria Donda, al declarar en el juicio, mencionó como padrino a Héctor Febres, el distribuidor de niños de la ESMA. En otros casos, los “entregadores” dejan su marca en el nombre de los niños. Nikilson también mira de cerca la elección de la supuesta fecha de nacimiento en busca de otras evidencias de la apropiación. Puede pasar que los días de cumpleaños inventados sean en realidad el día de nacimiento de alguno de los falsos familiares. A Victoria Montenegro, por ejemplo, le anotaron su fecha de nacimiento en coincidencia con el Día del Ejército.
La fiscalía comenzó a prestar atención al rol y los nombres de los padrinos a partir del testimonio de Victoria Montenegro. Desde entonces, cada vez que entra en la sala de audiencias un nuevo ex niño apropiado, se reflota la pregunta. Las respuestas no son siempre iguales, pero varias permitieron entender que podía haber una relación entre el lugar de los padrinos y el de los entregadores/ladrones de esos niños. La hipótesis se convierte en una herramienta de investigación que podría potenciarse en el futuro y que puede aportar a los casos en los que aún faltan datos. Puede ser la punta para encontrar nuevos nietos o la prueba para condenar a quienes dicen no haber tenido idea de la procedencia de los niños.

Las historias

El padrino de bautismo de Victoria Montenegro fue el jefe de la comisaría de San Martín, Horacio Cella. Victoria conserva una foto. Y pese a que no volvió a verlo, sabe que está escondido en algún lugar fuera del país. A esta altura, con la reconstrucción de su historia entre mentiras y verdades, cree que él fue la persona que un día se sentó frente a sus apropiadores para entregarla. Tetzlaff había ido a buscarla a la comisaría con su mujer.
“Cella les decía que ellos tenían que saber si realmente me querían”, dijo Victoria el día de la audiencia. “Les dijo que yo iba a pasar a ser su hija, pero que ellos me tenían que formar como una persona de bien para que no fuera subversiva como mis papás. Ellos dijeron que sí, el tema legal estaba solucionado. Los hicieron pasar a una oficina de la comisaría donde había varios bebés de otros operativos. Había una monja. Les preguntaron si querían un varón rubio, pero ellos dijeron que no. Mary (su apropiadora) me dijo que para que yo me sienta orgullosa, Herman (Tetzlaff) les respondió: ‘la negrita es mi hija’ y se quedó conmigo. Cella les dijo que yo pasaba a ser hija de ellos, que me formaran como una persona cristiana. Me sacaron y a un par de cuadras sé que tiraron toda la ropa con la que yo venía porque no querían nada del pasado.”
Cella luego participó de la ceremonia en Campo de Mayo. Y si el relato de Tetzlaff es cierto, él conocía a Victoria desde antes, porque llevó adelante el operativo en la casa de sus padres. Alguna vez le confesó que entró, los mató y que a ella –que tenía trece días de vida– la sacó sangrando debajo del cuerpo de la madre. La escena de la comisaría de San Martín se produjo varios meses después. Cuando Tetzlaff, luego de convencer a su mujer, decidió ir a buscar a esa niña que había visto tras asesinar a sus padres.
Horacio Pietragalla, a su vez, tiene a Tetzlaff como padrino. El caso de Horacio no es parte de los 35 expedientes que se investigan en el juicio sobre el plan sistemático, pero Victoria lo nombró varias veces durante su declaración. Los dos vivían en el mismo edificio de Lugano. A Horacio lo crió Lina, la empleada doméstica de Tetzlaff. Horacio siempre dijo que estaba destinado a otra persona, alguien que se arrepintió y por eso Tetzlaff se lo dio a la mujer que finalmente lo crió.
Victoria Donda explicó en la audiencia que si bien no sabe quién está nombrado en los papeles como su padrino porque no volvió a leer su fe de bautismo, Febres ocupó ese lugar. “Lo conocí de chiquita, le decía tío”, dijo. “El me decía turquita porque no hay que ser muy creativo para verlo, y así fue hasta que cumplí 15 años. No lo veía habitualmente. En Navidad o en algunos encuentros que hacía el personal de Prefectura y siempre fue como un padrino. Me regalaba cosas, juguetes, no sé. Cuando cumplí 15 años, leí un libro del Che y me hice guevarista y me empecé a vestir como el Che, con boinas y remeras y en una Navidad me vestí como siempre y en vez de decirme ‘turquita’, él me acuerdo que me dijo: ‘zurdita’ y empezamos a discutir de política y después no hubo nueva relación. Mirándolo retrospectivamente, cuando lo detienen –no me acuerdo el año– me acordé de ese comentario de zurdita y que me dijo: ‘Bueno, hay algunas cosas que no tienen arreglo’.”
Victoria Donda nació en la Escuela de Mecánica de la Armada. Febres se encargaba de preparar el ajuar de cuna de los niños de las embarazadas secuestradas en la ESMA. Y luego los distribuía. Como la ESMA funcionó como maternidad clandestina para secuestradas de otros centros clandestinos, es posible que no haya sido la única persona que intervino en la distribución de niños porque, en general, las prisioneras y sus hijos seguían siendo “posesión” del arma que las tenía detenidas.
Esto mismo puede explicar otra de las relaciones de padrinazgo que acaba de aparecer en el juicio oral sobre la Base Naval II de Mar del Plata. El expediente tampoco se ventila en el juicio sobre el plan sistemático, pero puede ser ejemplificador. Se trata del hijo de Cecilia Viñas, Javier Gonzalo Penino Viñas. Sus padres pasaron por la Base Naval II y a Cecilia la llevaron a parir a la ESMA. Javier fue apropiado por Jorge Vildoza, subdirector de la ESMA que sigue prófugo de la Justicia. El padrino de bautismo fue Roberto Luis Pertusio, uno de los hombres más importantes de Mar del Plata, jefe de la fuerza de submarinos de la Base Naval de Mar del Plata y a cargo del centro clandestino en el momento en el que pasó Cecilia. La aparición de Pertusio en el lugar del “padrino” parece estar indicando dos cosas: por un lado, que podría haber sido el “entregador” del niño, en el sentido de quien habilita o autoriza la entrega. Y, por otro lado, acaso más importante, confirmaría que esta hipótesis sirve como herramienta de investigación.

La mano de Banzer

María Natalia Suárez Nelson es hija de María Elena Isabel Corvalán y de Mario César Suárez Nelson. Natalia nació en La Cacha. Sus apropiadores fueron Omar Alonso, un comerciante platense y cantante aficionado de tangos y María Luján Di Mattía. Ellos no podían tener hijos, la anotaron como hija biológica y nombraron como padrinos al capitán de navío de infantería Juan Carlos Herzberg y a su mujer, condenados el año pasado en La Plata por la apropiación de la niña: “Ha quedado debidamente acreditado que el día 8 de agosto de 1977 Juan Carlos Herzberg entregó una beba recién nacida al matrimonio compuesto por Omar Alonso y María del Luján Di Mattía, de la cual posteriormente fue su padrino de bautismo”, dijeron los jueces en la condena. “Herzberg fue quien arrancó de los brazos de la madre a la beba recién nacida y quien perfeccionó la acción de sustraer la niña, cuya entrega ya había comprometido al matrimonio Alonso-Di Mattía tiempo antes.”
Alonso y Herzberg se habrían conocido en el consulado de Bolivia de La Plata, según explicó un testigo de la causa. “Tenían una relación cercana, por el hecho de que Herzberg y su esposa sean los padrinos de María Natalia –lo que se prueba a partir del certificado de bautismo de María Natalia–. A su vez, María del Luján Di Mattía en su indagatoria refirió que ‘quiere resaltar que cuando Herzberg le dio a Natalia la dicente les ofreció que fueran los padrinos, por una cuestión de agradecimiento...’.”
Otro ejemplo es Federico Pereyra Cagnola, cuya historia tiene un punto de contacto con la de Juan Cabandié. Federico es hijo de Liliana Pereyra y Eduardo Cagnola, los dos desaparecidos. Sus padres pasaron por el centro clandestino de la Base Naval de Mar del Plata y a Liliana la llevaron a parir a la ESMA, donde su madre tomó contacto en algún momento con Guillermo Minicucci. A Federico lo criaron dos civiles: Jorge Ernesto Bacca y Cristina Mariñelarena. La madrina de bautismo del niño fue Inés Lugones, la mujer de Minicucci, amiga de Mariñelarena y condenada el año pasado por su rol en la entrega de ese niño.
¿Por qué aparece Minicucci en este caso? Por los sobrevivientes, hoy existe alguna información que permite pensar una hipótesis. Liliana estuvo en la pieza de las embarazadas de la ESMA en el mismo momento en el que estuvo alojada allí Alicia Alfonsín, la madre de Juan Cabandié. Los sobrevivientes, entre ellos Graciela Daleo, que declaró en Mar del Plata, sostienen que Minicucci entró en la pieza de las embarazadas a pispearlas en ese momento.

Desplazamientos, los nombres

El lugar de los “padrinos” no es la única forma en la que los entregadores pueden aparecer en las “biografías” de los niños apropiados.
Hay casos en los que fueron directamente incorporados al nombre de los chicos. En otros, son nombrados como “tíos” en los relatos de las historias familiares.
María Eugenia Sampallo Barragán es hija de Mirta Barragán y Leonardo Sampallo, sus padres pasaron por el Atlético y el Banco y están desaparecidos. Los apropiadores –que fueron Osvaldo Rivas y María Cristina Gómez Pinto– le pusieron de nombre Eugenia Violeta. Según la fiscalía, el nombre es un desplazamiento de las huellas de los entregadores: Violeta era el nombre de la mujer del capitán del Ejército José Berthier, hombre de Inteligencia, amigo de la familia y condenado por haber entregado a la niña.
En un fragmento del alegato, el fiscal Félix Crous indicó: “La foto que ilustra a María Eugenia en brazos de la madre de Berthier, sólo a ellas dos, en uno de los primeros cumpleaños de la niña, es demostrativa de lo estrecho del vínculo de ambas familias. La foto se conservaba en la casa de los Rivas-Gómez Pinto. En el mismo sentido, María Eugenia recuerda que Berthier frecuentaba la casa y que junto con su esposa asistió a sus cumpleaños. También declaró que le dijeron que el nombre Violeta se lo habían puesto por la esposa de Berthier”.
En el caso de Carlos Rodolfo D’Elía, la fiscalía está convencida de que sus apropiadores le pusieron Rodolfo por el nombre del subjefe de la policía de Buenos Aires, el coronel Rodolfo Aníbal Campos, segundo de Ramón Camps, juzgado ahora en el circuito Camps y señalado como la persona que articuló su entrega. A Simón Riquelo, en cambio, sus apropiadores le pusieron de nombre Aníbal Parodi: la fiscalía sospecha que podría ser un homenaje para Aníbal Gordon, integrante del grupo de tareas de Automotores Orletti y una de las personas que participó del secuestro de su madre, Sara Méndez. Como el caso del hijo de Cecilia Viñas, si esa relación fuese cierta podría ser un elemento para la reconstrucción de pruebas aún pendientes. Simón fue apropiado por el ex subcomisario de la comisaría 33 de la ciudad de Buenos Aires, Osvaldo Parodi. Por distintas razones, siempre fue difícil desarmar la coartada de Parodi, que dijo haber encontrado al niño abandonado. Un dato como un homenaje a Aníbal Gordon en medio del nombre del niño, no parece nada menor.
Francisco Madariaga era Alejandro Ramiro Gallo. En su caso, el nombre de Alejandro es el mismo nombre de su apropiador Víctor Alejandro Gallo. Juan Cabandié era Mariano Andrés Falco: él está convencido de que con el nombre de Andrés, sus apropiadores intentaron reforzar el vínculo con su supuesta hermana llamada Vanina Andrea Falco.
Otra lógica que empieza a mostrar la sucesión de audiencias es la generación de fechas en las nuevas biografías familiares. Nuria Piñol, una de las fiscales ad hoc de la causa, sigue de cerca los datos de las historias como parte de las tramas de construcción de identidad: “Borrar las marcas de los niños para que no aparezcan como hijos de otros –dice a Página/12– y meterles una nueva liturgia de fechas, con una nueva significación, eso es una de las cosas que miramos porque es uno de los modos en los que se construye y circula una identidad que se forma no de grandes cosas sino de un nombre, de la pregunta del por qué me llamo de esa manera, del nombre de tus abuelos”.


FUENTE DE INFORMACION: